En el entramado político actual, el gobierno de Gabriel Boric enfrenta un obstáculo que no veía venir: sus propios aliados. Más allá de la clara oposición de derecha, el verdadero reto para Boric radica en la relación con el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio (FA).
El allanamiento en Villa Francia ilustra esta fractura interna. El operativo policial desató recriminaciones por parte del PC, un aliado clave del gobierno. La ministra del Interior, Carolina Tohá, defendió la transparencia del procedimiento ante las acusaciones de «montaje» provenientes de figuras del PC, como Lautaro Carmona y la diputada Carmen Hertz.
Este incidente es parte de un patrón recurrente de tensiones dentro del oficialismo. Desde la salida del ex asesor de la Subsecretaría del Interior y figura del Comité Central del PC, Juan Andrés Lagos, las grietas en la relación entre La Moneda y el PC se han profundizado. Estas divergencias no solo debilitan la cohesión del gobierno, sino que también socavan su capacidad para implementar una agenda coherente.
El éxito o fracaso de un gobierno se determina también por la calidad de sus alianzas. La administración de Boric ha demostrado una incapacidad preocupante para armonizar las expectativas de sus socios políticos. La exigencia de transparencia del PC y la respuesta defensiva de Tohá evidencian una falta de coordinación y confianza que podría tener consecuencias graves para la estabilidad del gobierno.
Un gobierno dividido transmite una imagen de debilidad. La ciudadanía observa cómo los conflictos internos distraen a sus líderes de abordar problemas urgentes. Para superar esta crisis, el gobierno debe fortalecer sus alianzas mediante el diálogo abierto y la construcción de consensos, estableciendo mecanismos efectivos de coordinación y comunicación. Solo así podrá avanzar en su agenda y responder a las expectativas de la nación.